Nació en Andalucia y fué de los más grandes misioneros en América.
San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles. Su paso por cada ciudad o campo, era un renacer del fervor religioso.
Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. Y la gente vio con admiración que el bravísimo toro se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral. A imitación de su patrono San Francisco de Asís, el padre solano sentía gran cariño por los animalillos de Dios. Las aves lo rodeaban muy frecuentemente, y luego a una voz suya, salían por los aires revoloteando, cantando alegremente como si estuvieran alabando a Dios.
Francisco Solano, llamado "el Taumaturgo del nuevo mundo", por la cantidad de prodigios y milagros que obtuvo en Sudamérica, nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España.
Su padre era alcalde de la ciudad, y el jovencito desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en poner paz entre los que se peleaban.
Cuando había algún duelo a espada, bastaba que Francisco corriera a donde los combatientes a suplicarles que no se pelearan más, para que hicieran las paces.
Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España. Sus sermones no tenían nada de rebuscado ni de elegante, pero llegaban hasta el fondo del corazón de los pecadores y conseguían grandes conversiones. Es que rezaba mucho antes de cada predicación.
Primer contagio. Llegó a Andalucía la peste del tifo negro y Francisco y su compañero Fray Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos más abandonados. Buenaventura se contagió y murió (y ahora es santo también) luego se contagió también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de partir para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado. Con eso se dio cuenta de que Dios lo tenía para obras apostólicas todavía más difíciles.
Pidió a sus superiores que lo enviaran de misionero al Africa, y no le fue aceptada su petición. Pero poco después el rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica y entonces sí fue enviado Francisco a extender la religión por estas tierras. Fue una gran alegría para su corazón.
Y sucedió que una terrible tempestad lanzó el barco contra unas rocas frente a Panamá y se partió en dos. No había sino una embarcación para volver a tierra firme, y el misionero prefirió aguardar allá en esos escollos con los esclavos negros que él había venido instruyendo durante el viaje y acompañarlos hasta que llegara otra barca a salvarlos. Y aprovechó esos tres días de terror y peligro, para acabar de instruirlos y bautizarlos allí mismo. Varios de ellos perecieron luego entre aquellas olas pero ya habían sido bautizados.
La pequeña embarcación los llevó a unas costas inhospitalarias y allá pasaron días terribles de hambre y peligros. Cuando los marineros se desesperaban lo único que podía calmarlos era la intervención del Padre Francisco. Cuando había peleas, al único que le hacían caso para dejar de pelear, era el Padre Solano. Al fin lograron que un barco los recogiera y los llevara a la ciudad de Lima.
Fray Francisco Solano recorrió el continente americano durante 20 años predicando, especialmente a los indios. Pero su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con incontables peligros y sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo. Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad. Sólo confiando en Dios y movido por el deseo de salvar almas.
Y le sucedió en aquel gran viaje misionero, que lograba aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios a las dos semanas de estar con ellos. Y le entendían todos admirablemente sus sermones. Sus compañeros misioneros se admiraban grandemente de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro de Dios. Pero lo más admirable es que las tribus de indios, aun las más belicosas, y opuestas a los blancos, recibían los sermones del santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles. Dios le había concedido la eficacia de la palabra y la gracia de conseguir la simpatía y buena voluntad de sus oyentes.
Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles.
Un Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló (logrando que lo entendieran muy bien en su propio idioma) que los indígenas desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica.
El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones. Un día llegó a un convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando el espíritu de San Francisco de Asís que era vivir siempre interior y exteriormente alegres, se puso a cantarles y hasta a danzar tan jocosamente que aquellos frailes terminaron todos cantando, riendo y hasta bailando en honor del Señor Dios.
San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles. Su paso por cada ciudad o campo, era un renacer del fervor religioso. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. Y la gente vio con admiración que el bravísimo toro se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral. A imitación de su patrono San Francisco de Asís, el padre solano sentía gran cariño por los animalillos de Dios. Las aves lo rodeaban muy frecuentemente, y luego a una voz suya, salían por los aires revoloteando, cantando alegremente como si estuvieran alabando a Dios.
Por orden de sus superiores, los últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo pecadores. Entraba a las casas de juegos y hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los jugadores a los templos. En los teatros, en plena función inmoral hacía suspender la representación y echaba un fogoso sermón desde el escenario, haciendo llorar y arrepentirse a muchos pecadores. En plena plaza predicaba al pueblo anunciando terribles castigos de Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto conseguía muchas conversiones.
Un día estando predicando en una misa empezó a temblar. Las gentes quisieron salir huyendo, pero él les dijo: "Si piden perdón a Dios, no les sucederá nada malo". Todos pidieron perdón y nada malo sucedió aquel día allí. Otro día en pleno sermón exclamó: "Por las maldades de estas gentes, todo lo que está a mi alrededor será destruido y no quedará sino el sitio desde donde estoy predicando". Y así sucedió años después. llegó un terremoto y destruyó el templo y todos los alrededores, y el único sitio que quedó sin que le pasara nada, fue aquel desde donde el santo había predicado.
En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el Padre Francisco exclamó: "Que Dios sea glorificado", y expiró. Desde lejos las gentes vieron una rara iluminación en esa habitación durante toda la noche. San Francisco Solano: pídele a Dios muchas bendiciones para América.
Y HOY ES LUNES SANTO.
Cierto, tenemos mucho derecho de saber quien es Jesucristo y conocer a Aquel que nos llama a seguirle tan incondicionalmente.
Para eso tenemos muy fácil y a la mano el libro donde podemos encontrarle, y no tanto como relato, teoría o recuerdo, sino como persona viva, actuante y comunicante.
Cada uno de los pasajes del Evangelio, puede ser el recodo donde Él se haga el encontradizo y nos revele un poco de sí mismo, para influir en nuestra vida hasta donde nosotros queramos dejarle la posibilidad.
Hoy este Lunes Santo podríamos detener la mirada en una frase breve, pero no sencilla, en la cual el mismo Jesús se define:
“Yo soy el camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6)
Ante la mirada escrutadora, y la insistente pregunta de sus discípulos, porque también ellos, que lo vieron de cerca y lo seguían, querían saber quien era Jesús.
Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida
El Señor nos dice a cada uno:
YO, SOY EL CAMINO y meta de todos tus anhelos, de todas tus esperanzas, realización de todas tus alegrías y logros de tus más profundas aspiraciones.
Pero más todavía: Camino que puede llevarte a un destino cierto, definitivo y duradero donde la alegría no se opaca ni la existencia se desmorona.
YO, SOY LA VERDAD donde puedes encontrar todo lo verdadero que buscas, la autenticidad que añoras en los momentos en que te ocultas tras infinidad de máscaras, la última razón de todos tus razonamientos, la luz que aclara todas tus dudas y disipa todos los engaños.
YO, SOY LA VIDA
que trasciende y llega hasta ese más allá que incluyes en momentos especiales, en los que bien percibes que tu existencia debe de tener una proyección más amplia y de mayor hondura.
Jesús Camino, Verdad y Vida nos dice con su persona y con todo su ser que Él es el Camino que lleva, por la Verdad, a la Vida verdadera, esa que no termina nunca.
Pero la Vida que Jesús promete empieza desde ahora, no en el momento en que cambiamos nuestra morada.
Esa es la Vida eterna que Dios nuestro Padre nos ha prometido.
Es precisamente allá a donde queremos llegar: a la casa del Padre, donde podemos encontrar toda la razón del camino fugaz de nuestros días. Sólo quien empiece a aprender desde ahora, en esta tierra, a vivir esa existencia orientada y unida a Cristo Jesús, tendrá la plena garantía de continuar viviéndola en el futuro, después de la muerte.
Por eso, en esta semana santa, conviene que volvamos a menudo nuestra mirada a Cristo Jesús y le preguntemos cómo podemos ponernos en el Camino de la Verdad que nos conduce a la Vida.
UNA ORACIÓN PARA HOY
Oh Jesús camino:
Tú eres mi mejor amigo,
yo espero en Ti.
Oh Jesús Verdad:
Tú eres el Verbo Encarnado,
yo creo en Ti.
Oh Jesús Vida:
Tú eres la bondad infinita,
yo te amo con todo mi corazón.
P. Santiago Alberione
Oración para el Lunes Santo
Contigo, Señor,
Pueden ser santos
todos los días de mi existencia.
Si vivo en tu presencia,
si te entrego mi amor,
y pongo mi confianza
en tu providencia ilimitada;
si sé pedir perdón
cuando te ofendo,
y si a la hora del dolor
busco tu rostro
para aprender contigo
lo que es el sufrimiento redentor.
Si aprendo a compartir,
Tú estás conmigo;
si en el gozo y el éxito
vuelvo a Ti la mirada,
será santa mi vida,
porque eso es santidad:
estar siempre contigo, mi Dios;
hasta la eternidad.
Vivir y morir contigo es garantía
de la suprema ley de santidad.
Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Catolico
Ángel Corbalán
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